HISPANOAMÉRICA,
¿UN DEBER O UN COMPROMISO YA INNECESARIO?
Esta y otras preguntas nos vienen a la mente al
celebrar “EL DÍA DE HISPANOAMÉRICA”. Tenemos una responsabilidad misionera que
nos vincula a todas las Iglesias particulares presentes en el mundo y,
especialmente, a aquellas con las que compartimos una misma lengua, parte de
una historia común, y muchos elementos culturales, como ocurre con los pueblos
de Hispanoamérica.
La tradición misionera de España en Hispanoamérica ha
sido y sigue siendo muy clara y muy intensa desde que se inició la siembra del
Evangelio en el Nuevo Mundo. Todavía hoy siguen haciéndose presentes las
Diócesis españolas en las hermanas tierras hispanoamericanas mediante
sacerdotes, miembros de la
Vida Consagrada y seglares. Todos ellos, enviados por las
respectivas Iglesias de origen, viven y trabajan apostólicamente en aquellos
pueblos hermanos. Allí los misioneros salidos de nuestra Iglesia particular
ejercen, con entusiasmo y ejemplar entrega, la misión que Jesucristo encomendó
a la Iglesia
en la persona de sus Apóstoles: “Id, pues, y haced discípulos a todos los
pueblos, bautizándoles en e! nombre del Padre y del Hijo y del Espfritu
santo y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado”.
Los evidentes vínculos que nos unen a los pueblos de
Hispanoamérica nos hacen sentir sus problemas como nuestros. Y, sobre todo, nos
despiertan afectivamente a una especial responsabilidad evangelizadora. Esta
responsabilidad no debe Iimitarse, en cambio, al apostolado con quienes tienen
tantos elementos en común con nosotros. Sería injusto. Gracias a Dios no es
así. Los misioneros que han surgido en las Diócesis españolas dan testimonio
del “gozo del Evangelio” en todos los continentes del mundo. Nuestra Diócesis
participa, también, de esta apertura y variedad misionera.
Por todo ello, debemos dar continuas gracias a Dios
que nos ha bendecido con abundantes vocaciones misioneras. No obstante tenemos
que seguir pidiéndole, con humildad y constancia, que envíe operarios a su
mies, tanto seglares como consagrados y sacerdotes, para poderlos compartir con
quienes necesitan claramente una ayuda apostólica.
Es en este punto cuando se plantea la pregunta con que
he titulado estas líneas. De hecho es tan clara como abundante la presencia y
el trabajo eclesial que desempeñan en España las religiosas, tanto de vida
contemplativa como activa, que han llegado desde Hispanoamérica, de África, de la India , etc. que nos hacen
pensar si ac aso no será innecesario ya que pensemos en misioneros, al menos,
para algunos países. En algunos seminarios españoles se forman jóvenes
hispanoamericanos que luego formarán parte de aquellos Presbiterios diocesanos.
¿Quiere esto decir que ya no son necesarios los misioneros en aquellas tierras
hermanas? Ciertamente no quiere decir esto.
La gratitud a quienes ahora nos ayudan como fruto
maduro de la evangelización, llevada a cabo por españoles, no puede separarse
de la responsabilidad que nos compromete a enviar sacerdotes, sobre todo, a las
diócesis de Hispanoamérica que los necesitan. La penuria de sacerdotes en
aquellos países hermanos todavía es, generalmente, notable. Y ello constituye
una llamada que ha de hacernos pensar en el privilegio al que estamos
acostumbrados hasta ahora por la abundancia de clero y de vocaciones a la Vida Consagrada.
Por una parte, la promoción de la seglaridad como
verdadera fuerza evangelizadora, y, por otra parte, la revisión de nuestras
actitudes a la hora de reclamar servicios eclesiales innecesarios, -como la
abundancia de celebraciones eucarísticas para la cómoda participación dominical
e incluso diaria-, harán posible una distribución más justa y acertada de los
sacerdotes. Y ello hará posible que no se reduzca en exceso la ayuda misionera
a otras Iglesias hermanas. El trabajo en colaboración entre sacerdotes,
personas consagradas y seglares bien formados debe ser un objetivo a corto
plazo para obrar en justicia al contemplar las necesidades eclesiales de otros
países.
La celebración del “DIA DE HISPANOAMÉRICA” debe
estimular en nosotros esos planteamientos que conducirían a mantener la justa
colaboración pastoral con quienes tienen más necesidad de pastores que
nosotros.
En la celebración de esta jornada debemos cultivar, en
la conciencia de los seminaristas, de los sacerdotes y de los miembros de la
Vida Consagrada, la alegría de ser misionero. Al mismo tiempo debemos dar
gracias a Dios porque no deja de llamar a sacerdotes diocesanos que nos
permiten mantener, al menos en lo básico, los compromisos de la Archidiócesis de
Mérida-Badajoz adquiridos con algunas Iglesias de Hispanoamérica.
Al celebrar esta Jornada misionera tan nuestra quiero
hacer llegar a los sacerdotes de nuestra Iglesia particular una cordialísima
felicitación porque han sido llamados a evangelizar colaborando con los Obispos
y Presbíteros de allende los mares, tanto en Hispanoamérica como en África.
Es mi deseo que estas líneas dirigidas a todos los
fieles cristianos de nuestra Archidiócesis, motiven la oración constante para
que el Señor despierte el corazón de aquellos niños y jóvenes que Él llama para
que sean sus ministros ordenados. Y que, al mismo tiempo ayude a quienes ha
llamado a la acción misionera allende los mares para que perciban y atiendan su
llamada con decisión y generosidad.
Que el Señor bendiga a todos.
Santiago.
Arzobispo de Mérida-Badajoz
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