martes, 25 de febrero de 2014

CARTA PASTORAL de D. SANTIAGO CON MOTIVO DEL DÍA DE HISPANOAMÉRICA





HISPANOAMÉRICA, ¿UN DEBER O UN COMPROMISO YA INNECESARIO? 

Esta y otras preguntas nos vienen a la mente al celebrar “EL DÍA DE HISPANOAMÉRICA”. Tenemos una responsabilidad misionera que nos vincula a todas las Iglesias particulares presentes en el mundo y, especialmente, a aquellas con las que compartimos una misma lengua, parte de una historia común, y muchos elementos culturales, como ocurre con los pueblos de Hispanoamérica.

La tradición misionera de España en Hispanoamérica ha sido y sigue siendo muy clara y muy intensa desde que se inició la siembra del Evangelio en el Nuevo Mundo. Todavía hoy siguen haciéndose presentes las Diócesis españolas en las hermanas tierras hispanoamericanas mediante sacerdotes, miembros de la Vida Consagrada y seglares. Todos ellos, enviados por las respectivas Iglesias de origen, viven y trabajan apostólicamente en aquellos pueblos hermanos. Allí los misioneros salidos de nuestra Iglesia particular ejercen, con entusiasmo y ejemplar entrega, la misión que Jesucristo encomendó a la Iglesia en la persona de sus Apóstoles: “Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándoles en e! nombre del Padre y del Hijo y del Espfritu santo y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado”.

HispanoamericaLos evidentes vínculos que nos unen a los pueblos de Hispanoamérica nos hacen sentir sus problemas como nuestros. Y, sobre todo, nos despiertan afectivamente a una especial responsabilidad evangelizadora. Esta responsabilidad no debe Iimitarse, en cambio, al apostolado con quienes tienen tantos elementos en común con nosotros. Sería injusto. Gracias a Dios no es así. Los misioneros que han surgido en las Diócesis españolas dan testimonio del “gozo del Evangelio” en todos los continentes del mundo. Nuestra Diócesis participa, también, de esta apertura y variedad misionera.


Por todo ello, debemos dar continuas gracias a Dios que nos ha bendecido con abundantes vocaciones misioneras. No obstante tenemos que seguir pidiéndole, con humildad y constancia, que envíe operarios a su mies, tanto seglares como consagrados y sacerdotes, para poderlos compartir con quienes necesitan claramente una ayuda apostólica.

Es en este punto cuando se plantea la pregunta con que he titulado estas líneas. De hecho es tan clara como abundante la presencia y el trabajo eclesial que desempeñan en España las religiosas, tanto de vida contemplativa como activa, que han llegado desde Hispanoamérica, de África, de la India, etc. que nos hacen pensar si ac aso no será innecesario ya que pensemos en misioneros, al menos, para algunos países. En algunos seminarios españoles se forman jóvenes hispanoamericanos que luego formarán parte de aquellos Presbiterios diocesanos. ¿Quiere esto decir que ya no son necesarios los misioneros en aquellas tierras hermanas? Ciertamente no quiere decir esto.

La gratitud a quienes ahora nos ayudan como fruto maduro de la evangelización, llevada a cabo por españoles, no puede separarse de la responsabilidad que nos compromete a enviar sacerdotes, sobre todo, a las diócesis de Hispanoamérica que los necesitan. La penuria de sacerdotes en aquellos países hermanos todavía es, generalmente, notable. Y ello constituye una llamada que ha de hacernos pensar en el privilegio al que estamos acostumbrados hasta ahora por la abundancia de clero y de vocaciones a la Vida Consagrada.

Por una parte, la promoción de la seglaridad como verdadera fuerza evangelizadora, y, por otra parte, la revisión de nuestras actitudes a la hora de reclamar servicios eclesiales innecesarios, -como la abundancia de celebraciones eucarísticas para la cómoda participación dominical e incluso diaria-, harán posible una distribución más justa y acertada de los sacerdotes. Y ello hará posible que no se reduzca en exceso la ayuda misionera a otras Iglesias hermanas. El trabajo en colaboración entre sacerdotes, personas consagradas y seglares bien formados debe ser un objetivo a corto plazo para obrar en justicia al contemplar las necesidades eclesiales de otros países.

La celebración del “DIA DE HISPANOAMÉRICA” debe estimular en nosotros esos planteamientos que conducirían a mantener la justa colaboración pastoral con quienes tienen más necesidad de pastores que nosotros.

En la celebración de esta jornada debemos cultivar, en la conciencia de los seminaristas, de los sacerdotes y de los miembros de la Vida Consagrada, la alegría de ser misionero. Al mismo tiempo debemos dar gracias a Dios porque no deja de llamar a sacerdotes diocesanos que nos permiten mantener, al menos en lo básico, los compromisos de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz adquiridos con algunas Iglesias de Hispanoamérica.

Al celebrar esta Jornada misionera tan nuestra quiero hacer llegar a los sacerdotes de nuestra Iglesia particular una cordialísima felicitación porque han sido llamados a evangelizar colaborando con los Obispos y Presbíteros de allende los mares, tanto en Hispanoamérica como en África.

Es mi deseo que estas líneas dirigidas a todos los fieles cristianos de nuestra Archidiócesis, motiven la oración constante para que el Señor despierte el corazón de aquellos niños y jóvenes que Él llama para que sean sus ministros ordenados. Y que, al mismo tiempo ayude a quienes ha llamado a la acción misionera allende los mares para que perciban y atiendan su llamada con decisión y generosidad.
Que el Señor bendiga a todos.

Santiago. Arzobispo de Mérida-Badajoz

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