OMPRESS-MADRID (31-3-14) Para que el Señor
Resucitado llene de esperanza el corazón de quienes sufren el dolor y la
enfermedad, es la intención por la evangelización o intención misionera que
propone el Santo Padre para este mes de abril. Precisamente este sábado, el
Papa Francisco se dirigía a organizaciones de ciegos y sordomudos de Italia,
para hablarles de lo que significa para quien sufre encontrarse con Jesús:
“Pensemos en tantos con los que Jesús ha
querido encontrarse, sobre todo personas marcadas por la enfermedad y la
discapacidad, para curarlas y restituirles su plena dignidad. Es muy importante
el que precisamente estas personas se convierten en testigos de una nueva
actitud, que podemos llamar cultura del encuentro. Ejemplo típico es la figura
del ciego de nacimiento, que se nos presentará mañana en el Evangelio de la
Misa (Juan 9, 1-41).
Aquel hombre era ciego de nacimiento y era
un marginado en nombre de una falsa concepción que lo consideraba golpeado por
un castigo divino. Jesús rechaza radicalmente esta forma de pensar - ¡que es
una forma verdaderamente blasfema! – y cumple para el ciego ‘la obra de Dios’,
dándole la vista. Pero lo notable es que este hombre, a partir de lo que le ha
sucedido, se convierte en testigo de Jesús y de su obra, que es la obra de
Dios, de la vida, del amor, de la misericordia. Mientras los jefes de los
fariseos, desde lo alto de sus seguridades, le juzgan tanto a él como a Jesús
como ‘pecadores’, el ciego curado, con una simplicidad que desarma, defiende a
Jesús y, al final, profesa la fe en Él, y comparte también su suerte: Jesús es
excluido, y también él es excluido. Pero, en realidad, aquel hombre ha entrado
a formar parte de la nueva comunidad, basada en la fe en Jesús y en el amor
fraterno.
He aquí dos culturas opuestas. La cultura
del encuentro y la cultura de la exclusión, la cultura del prejuicio, porque se
prejuzga y se excluye. La persona enferma o discapacitada, precisamente a
partir de su fragilidad, de sus límites, puede convertirse en testigo del
encuentro: el encuentro con Jesús, que abre a la vida y a la fe, y el encuentro
con los demás, con la comunidad. En efecto, sólo quien reconoce la propia
fragilidad, el propio límite puede construir relaciones fraternas y solidarias,
en la Iglesia y en la sociedad. (…). Dejaos encontrar por Jesús: sólo Él conoce
de verdad el corazón humano, sólo Él puede liberarlo de la cerrazón y del
pesimismo estéril y abrirlo a la vida y a la esperanza”.
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