martes, 8 de marzo de 2016

DÍA DEL MISIONERO EXTREMEÑO

El santuario jubilar de Chandavila, en La Codosera, acogió el sábado 5 de marzo el XX encuentro del Día del Misionero Extremeño, organizado por las Delegaciones de Misiones de Extremadura y con la participación en torno 300 personas, entre ellos misioneros, misioneras  y los respectivos delegados, de las tres diócesis extremeñas.

Tras la acogida y una oración, el sacerdote diocesano Francisco Barroso, natural de La Codosera y autor del libro “Chandavila. Aquello… sucedió”, les contó a los allí presentes cuáles fueron las apariciones de la Virgen que tuvieron lugar en aquel paraje en 1945.

A continuación, el Cristo de la Misericordia, portada por participantes en este encuentro, encabezó el Vía Crucis por la Vía Sacra recorriendo 7 obras de la misericordia a través de impactantes testimonios de misioneros extremeños, que contaron sus experiencias en territorios de misión. Los testimonios de Antonio León (en Perú), Ramona Bueno Solís (en Nicaragua), hermana Pilar López (en el Congo), Mercedes Barriguete (en Guinea Ecuatorial), Coro Díaz (en Perú), Marina Alonso (en Ecuador), hermana Mª Luz (ha trabajado en la cárcel y en un Centro de Inmigrantes -CIES-) y Josely Ardila (en Perú) resonaron en el silencio con el que los participantes recorrieron este camino.

Ya por la tarde, el Arzobispo de Mérida-Badajoz, Mons. Celso Morga, presidió la Eucaristía en la explanada del Santuario, concelebrada por 11 sacerdotes de las tres diócesis extremeñas. En su homilía, D. Celso apuntó que el trabajo de los misioneros es “dar el pan de la tierra prometida que anhelaba el hijo pródigo” y del Reino de los cielos “que es la acogida, el amor y el desarrollo de los pueblos”, pues no debemos de olvidar “el aspecto social del Evangelio”. El Arzobispo pidió a “Dios que nos dé un corazón puro y grande para los demás. Tenemos que ir a la oración y a la confesión para ser útiles a lo que Dios nos pide”. Por último, el pastor diocesano agradeció “el trabajo y las vidas de los misioneros y el trabajo de la Iglesia en misión”. “Debemos salir donde nos pidan ayuda”, concluyó D. Celso.


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